top of page
Foto del escritorEsc. Sec. Téc. 103

Profr. Víctor Carrasco Noguera




La liebre y la tortuga

Había una vez una liebre muy veloz que, consciente de su capacidad, se burlaba constantemente de los demás animales porque se creía superior a ellos. El blanco preferido de sus ataques era una lenta tortuga, a la cual no dejaba de decirle cosas hirientes.

-¡Pero vaya que eres lenta tortuga! Ten cuidado no seas muy vieja ya para cuando llegues a tu destino de hoy. No vayas tan deprisa que te harás daño –decía continuamente de forma burlona e irónica la liebre. Al inicio muchos animales les rían sus gracias, pero al no disminuir estas y ser tan constantes, muchos se sentían ya cansados de la liebre, a la que creían altanera, prepotente y realmente pesada.

Cansada también de tanta burla, la tortuga un día se atrevió y le dijo a la liebre:

-Sabes, estoy segura que con toda mi lentitud podría ganarte una carrera.

-¿Cómo? –preguntó la liebre. –Qué puedes ganarme en una carrera, eso lo dudo.

-Pues mira –ripostó la tortuga-, hagamos una apuesta con el resto de los animales como testigos y veamos quién se lleva el premio.

Segura de su velocidad y la lentitud del rival, la liebre aceptó el reto, aunque más que eso lo consideraba un pan comido. Pactaron iniciar la carrera enseguida y llamaron a la línea de partida al resto de los animales del bosque.

Cuando se hizo la señal de arrancada la liebre se mantuvo alardeando con los demás en la salida y dejó que la tortuga, con paso lento, tomase distancia.

Pasado un rato la liebre emprendió su carrera y ciertamente era veloz. En poco tiempo rebasó a la tortuga, no sin antes proferirle insultos y tildarla de loca. Cuando tomaba relativa ventaja, la liebre se echaba a un lado del camino a descansar o hacer otras cosas y dejaba que la tortuga, que no se detenía nunca, le pasase con su andar lento.

Esta operación la repitió muchas veces, confiada en que acabaría ganando la carrera en un impulso final, sin importar cuanta ventaja sacase la tortuga.

Sin embargo, cuando le hubo sacado a esta mucha distancia en uno de los adelantos, vio un frondoso árbol que proyectaba una rica sombra en la que descansar unos minutos. Así lo hizo y tan bien y confiada se sentía, que terminó por dormirse.

Al despertar, la liebre se percató que la tortuga estaba casi llegando a la meta, razón por la que echó a correr con suma velocidad.

No obstante, la velocidad en este punto ya no le era suficiente y la tortuga terminó ganando la carrera, convirtiendo a la liebre en objeto de risa del resto de los animales, que alababan a la primera por su perseverancia.

Desde ese día, la liebre aprendió a respetar a los demás tal y como son, y a no ser tan orgullosa ni confiada.


La zorra y el cuervo

Un cuervo estaba en lo alto de un árbol saboreando un delicioso pedazo de queso, cuando de pronto una zorra, que había llegado hasta allí porque había sentido el aroma del preciado alimento, le dijo:

-¿Cómo se anda estimado cuervo? He venido hasta para contemplar de cerca su bello plumaje que a lo lejos despertó mi admiración. Quiero decirle que si canta de la misma forma en que luce, es usted una perfecta criatura.

No adaptado a ser lisonjeado, pues siempre había sido un ave asociada a la mala fortuna, el cuervo se dejó seducir por el halago de la zorra. Creyó que su atención bien merecía complacerlo con un canto, por lo que abrió el pico para cantar, dejando caer el trozo de queso hasta el suelo, donde espera rapazmente la zorra.

Al tener el queso en su poder, esta empezó a reírse y le dijo:

-Escúcheme amigo, su inocencia merece que le dé un consejo: nunca se deje embelesar ante el mínimo halago o lisonja. Trate de ver siempre más allá. Este consejo delo por pagado con el sabroso pedazo de queso que me ha cedido, al final la verdadera causa de haber venido hasta aquí.

Dicho esto la zorra se marchó y el cuervo se sintió molesto y lleno de vergüenza. Juró que no sería engañado tan fácilmente nunca más.


El rico y el zapatero

Había una vez un zapatero muy laborioso, cuyo único entretenimiento era reparar los zapatos que sus clientes le llevaban. Sin embargo, tanto disfrutaba el hombre de su trabajo que, amén de que sólo le alcanzaba para lo justo, cantaba de felicidad cada vez que terminaba un encargo y con la satisfacción del deber cumplido, dormía plácidamente todos las noches.

El zapatero tenía un vecino que por el contrario era un hombre abundantemente rico, al que además le molestaba un poco los cánticos diarios del laborioso hombre. Un día el rico no pudo más y se decidió a abordar al zapatero. No entendía la causa de su felicidad y al ser recibido en la puerta de la humilde morado preguntó a su dueño:

-Venga acá buen hombre, dígame usted ¿cuánto gana al día? ¿Acaso es la riqueza la causa de su desbordada felicidad?

-Pues mire vecino –contestó el zapatero, -por mucho que trabajo solo obtengo unas monedas diarias para vivir con lo justo. Soy más bien pobre, por lo que la riqueza no es motivo de nada en mi vida.

-Eso pensé y vengo a contribuir a su felicidad –dijo el rico, mientras extendía al zapatero una bolsa llena de monedas de oro.

El zapatero no se lo podía creer. Había pasado de la pobreza a la riqueza en solo segundos y, luego de agradecer al rico, guardó con celo su fortuna bajo su cama. Sin embargo, las monedas hicieron que nada volviese a ser igual en la vida del trabajador hombre.

Como ahora tenía algo muy valioso que cuidar, ya no dormía tan plácidamente, ante el temor constante de que alguien irrumpiese para robarle. Asimismo, por dormir mal ya no tenía las mismas energías para afrontar con ganas el trabajo diario y mucho menos para cantar de felicidad.

Tan tediosa se volvió su vida de repente, que a los pocos días de haber recibido dicha fortuna de su vecino acudió a devolverla. Los ojos del hombre rico no daban crédito a lo que sucedía.

-¿Cómo que rechaza tal fortuna? –interrogó al zapatero. -¿Acaso no disfruta el ser rico?

-Vea vecino –contestó el zapatero, -antes de tener esas monedas en mi casa era un hombre realmente feliz que cada mañana se levantaba luego de dormir plácidamente para enfrentar con entusiasmo y energía su trabajo diario. Tan feliz era que incluso cantaba cada vez que podía. Desde que recibí esas monedas ya nada es igual, pues solo vivo preocupado por proteger la fortuna y ni tan siquiera tengo tranquilidad para disfrutarla. Por tanto, gracias, pero prefiero vivir como hasta ahora.

La reacción del zapatero sorprendió enormemente al hombre rico. No obstante, ambos comprendieron lo que tal desarrollo de los acontecimientos quería decir, y es que la riqueza material no es garantía de la felicidad. Esto pasa más por pequeños detalles de la vida diaria, que a veces suelen pasar desapercibidos.

FABULAS

ACTIVIDAD

1.- Identifica los personajes de cada fabula

2.- ¿Cuál es la moraleja de cada fabula y porque?

3.- ¿Cómo aplicas estas fabulas a tu vida diaria?

4.- ¿Cuáles son las características de cada fabula?

5.- ¿Qué valore

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page